viernes, 17 de abril de 2009

SURREALISMO Y BUÑUEL

SUBRREALISMO Y BUÑUEL



Luis Buñuel permanece fiel a lo largo de toda su vida a los presupuestos esenciales del surrealismo, cuya finalidad no es la obra de arte, sino la instauración de una nueva actitud para cambiar al hombre y al mundo, destruyendo la civilización burguesa cuyos pilares, religión, familia, poder establecido en todas sus manifestaciones, convenciones sociales y fuerzas represivas, son objeto de una guerra sin cuartel en nombre y en defensa de una auténtica moral de la libertad y del hombre mismo, en tanto que individuo y como ser social. Muchos años después de su adhesión al surrealismo y de haberse separado del Grupo Surrealista de París, el realizador declararía a Carlos Fuentes que el pensamiento que le seguía guiando a los setenta y cinco años era el mismo que lo guiaba a los veintisiete: es una idea de Engels, según la cual el artista describe las relaciones sociales auténticas con el objeto de destruir las ideas convencionales de esas relaciones, poner en crisis el optimismo del mundo burgués y obligar al público a dudar de la inalterabilidad del orden establecido. Según el propio Buñuel, el sentido último de sus películas es decir una y otra vez (por si alguien tiene amnesia diarreica o conformitis "buena conciencia") que no vivimos en el mejor de los mundos. Ese pensamiento se expresa a través de una personalísima escritura cinematográfica que Carlos Fuentes resume diciendo que la mirada cinematográfica de Buñuel parte de la presencia específica de los objetos más banales: Buñuel utiliza comúnmente planos medios y generales estáticos que recogen sin comentarios una proliferación desordenada, amontonada, de objetos. La cámara de Buñuel retrata una vida que fluye con vulgaridad, sin distinción, aunque con autonomía. Entonces interviene una técnica propia y precisa que podría describirse como el florecimiento del telón de fondo: con una velocidad y tensión súbita que no posee otro cineasta, el movimiento inesperado de la cámara primero iguala, enseguida conquista y por último supera el ritmo paralelo de la realidad. El acercamiento, el travelling o el corte son "convulsivos", precisamente en función de la neutralidad ambiente. Y el objeto, el rostro, el pie o el gesto elegidos entre el abundante y casi inmóvil desorden adquieren un relieve muy marcado, y se revelan en una conexión anteriormente impensada con la totalidad en la que, sin detenerse a celebrar el momento lírico, Buñuel vuelve a sumergirse enseguida. Seguramente Buñuel no haya estado muy contento con esta parafernalia de recordatorios que se cierran con este año del aniversario de su nacimiento, que lo marmolizan para la posteridad como glorioso e indiscutible. Seguramente, la cagada de alguna paloma sobre su lápida le haya caído más simpática.

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